En un lugar alejado de la ciudad, un niño de ocho años se encontraba sentado en una enorme roca, la tristeza que reflejaba su rostro, dejaba ver el dolor que sentía su alma; sus ojos no paraban de llorar, pues en el rancho donde vivía, se hallaba sin vida el único ser que tenía en el mundo, quien luchaba en medio de su pobreza pero con mucha dignidad para darle lo necesario; estudio, alimentación y vestido. ¡Pero ya no estaba! ¿Ahora quien me cuidará? Pensaba, ¿Cómo estudiaré? Recordaba lo que su madre le decía, "por nada en el mundo dejes de estudiar, porque debes ser un gran médico".
En su desesperante dolor, le reclamaba a Dios el haberle quitado a su mamá y le preguntaba ¿Qué debo hacer ahora? No tengo dinero, amigos ni familia que me ayuden para el funeral. Las lágrimas cada vez más abundantes rodaban por su tierno rostro y caían sobre la roca, mientras miraba el cielo, la luna grande y redonda parecía contemplarle y su pálida luz le acompañaba como si compartiera su dolor y angustia.
Las horas pasan y el niño no se movía, quieto como una estatua miraba al cielo y el frio de la noche parecía no tocarlo, lloraba, pero sin un solo gemido, era su alma la que inundaba sus ojos, de repente, una mano cálida tocó su hombro, sintió una sensación de paz y tranquilidad absolutas, su llanto cesó de inmediato sintiéndose seguro pues la calidez de aquella mano, revitalizó su agotado cuerpo, miró a un anciano, ahí, en medio de la noche a su lado mirándolo con tristeza - conozco tu dolor - le dijo, ¿pero cómo, si yo a usted no lo conozco? Replicó el niño ¿y por qué ya no siento dolor y tristeza de haber perdido a mi madre? ¿Quién eres que con solo tocarme me siento tranquilo?; ¿de dónde vienes? He estado aquí contigo escuchando tus lamentos y sintiendo tus lágrimas, soy la roca en la que decidiste posarte y reclamar tu pérdida, dijo el anciano. El niño miró la roca en la que estaba, pero había desaparecido y él no se había dado cuenta ¿por qué? ¿Qué estaba pasando? Pensaba el niño, - no te asustes, soy un viejo mago al que un poderoso hechicero, hace cientos de años, me convirtió en roca y solo las lágrimas de un ser bueno pero con mucho dolor podría revertir el hechizo; estoy en deuda contigo por liberarme, pídeme lo que quieras y te lo concederé para poderme ir al mundo de los magos y hechiceros al que pertenezco, dijo el anciano; el niño lo miró y le dijo: Quiero a mi madre, ¿puedes hacer eso? ¿Devolverle la vida?
El viejo lo miró y le dijo: Tu madre ahora está con Dios, gozando de todas sus maravillas que tenía para ella, por haber sido una mujer intachable y haberte amado tanto; tú la amas mucho y en tu corazón no hay ambición, con tu deseo demuestras que no hay maldad alguna, es lo más importante para ti, pero no puedo! -dijiste que pidiera lo que quisiera, yo quiero a mi madre de vuelta, para crecer a su lado y un día ser un gran médico para poder curarla. Dijo el niño. Tu madre murió de cáncer dijo el anciano; si de cáncer en el estómago contesto el niño, y yo quiero estudiar y buscar la cura para esa terrible enfermedad, pude ver el sufrimiento que causó a mi madre y no quiero que otras personas lo padezcan; la luna brilló intensamente como un reflejo del orgullo que sentía su madre en la eternidad por aquel hijo solitario.
El viejo se quedó mirando el cielo y dijo al pequeño niño - yo te cuidaré, me quedaré contigo y aunque no puedo devolverte a tu madre, sí puedo cumplir tu sueño de ser médico; y tomándolo de la mano lo condujo hasta el rancho en donde yacía el cuerpo sin vida de su madre.
Busca en el cajón de la mesa de noche, ahí encontrarás el dinero suficiente para los gastos funerarios de tu madre; ve a la iglesia y habla con el párroco para que se encargue del funeral, estaré esperándote para continuar con lo prometido; fue así como el pequeño logró dar sepultura a su adorada madre, aquel viejo mago logró quitar el dolor que le causaba la pérdida de su ser querido, como por arte de magia; el viejo se quedó en aquel rancho, aparecía en las noches conversaba y orientaba al niño y desde ese día siempre tuvo lo necesario para su supervivencia y sus estudios; - busca en el cajón de la mesa de noche, allí encontrará lo suficiente para tus necesidades, le decía.
Así pasaron los años y aquel rancho permanecía intacto al igual que los deseos del ahora joven por ser un gran médico; terminó su bachillerato con honores y como el mejor, una prestigiosa universidad le ofreció una beca para estudiar medicina de donde años más tarde se recibió con honores también, cumpliendo su sueño y el de su madre; regresó al rancho que seguía intacto como si el tiempo no hubiese pasado; era ya tarde en la noche pues la celebración le había demorado, miró al cielo y la luna estaba grande, redonda y brillando con intensidad, celebrando con él, tan magno acontecimiento y el viejo mago estaba allí, sentado, tranquilo y sonriente con un brillo especial en sus ojos; el joven médico le abrazó y con lágrimas en sus ojos le dijo: - ahora podré ayudar a mucha gente, quiero tener una gran clínica y especializarme en oncología para buscar la cura para el cáncer, gracias viejo! El viejo le tomó de la mano y de regreso le llevó al lugar en donde aquella noche de dolor por la muerte de su madre, le había encontrado y le dijo: -terminó mi tarea, lograste lo que tú y tu madre querían, ahora puedo marcharme porque veo que no cambiaste, sigue siendo el ser noble que encontré aquí; mira la roca en donde llorabas, estaba brillando por la luz de la luna, pero su brillo era descomunal, buscó una explicación con el viejo pero no lo encontró, había desaparecido y comprendió que se había convertido en aquella roca, ahora de oro, asombrado entendió que haría realidad su sueño y pronto inauguró la más moderna clínica de la región dotada con todos los implementos de alta tecnología que había en el mercado; su sueño una vez más se hacía realidad, atendía mucha gente y a las personas de bajos recursos, no les cobraba el tratamiento.
Aunque no pudo encontrar la cura específica para esta enfermedad, si curó a cientos y lo sigue haciendo, con la esperanza de un día encontrar de nuevo a su madre junto a Dios, para contarles a los dos, la historia de la roca.